'El infierno del odio' es una de las películas esenciales del maestro Akira Kurosawa. No sé cómo de fieles serán las traducciones de los títulos de sus películas, pero si en japonés son iguales, además de un genio del cine, su habilidad para escoger títulos impactantes era envidiable. Más allá del título, la película es una obra mayor, a pesar de no ser de sus trabajos más vistos, pero la verdad es que dentro de la segunda parte de su filmografía lo difícil es encontrar alguna película que no lo sea.
Como de costumbre, el actor principal es Toshirô Mifune, el intérprete fetiche del director. Sorprendentemente, no es una película de samurais; aunque de la impresión de que no le gustase filmar a alguien a no ser de que tuviese una katana en la mano, Kurosawa también se atrevió con otros géneros, y con igual destreza. Un ejemplo de ello es este magnífico thriller, que como curiosidad, recibió interés por parte de Martin Scorsese, que en un momento consideró hacer un remake de la cinta.
Aunque la película es entretenida por ofrecer de manera efectiva las características del género de detectives, contiene también una ideas más profundas que son las que la elevan por encima de una habitual película de suspense. A lo largo de su extenso metraje (la duración es superior a dos horas), se nos muestra de manera detallada una investigación, que da lugar al exploración de temas como el honor, la justicia, la ambición o la venganza, de los cuales hablaré en la parte de spoilers. Son temas universales, por lo que han sido empleados muchas veces a lo largo de la historia del cine, pero hay que admitir que el cine japonés tiene una manera especial de tratarlos. No sé si será algo cultural, pero en sus películas los personajes llevan consigo estas ideas de un modo que rezuma autenticidad, de lo cual El infierno del odio no es una excepción.
AVISO: Spoilers sobre el desarrollo y desenlace de la película a continuación.
La película comienza con una reunión que el Sr. Gonzo (Mifune), un importante directivo de una gran empresa de zapatos, está teniendo en su vivienda con otros de los principales accionistas de la compañía. Hay una discusión sobre el futuro de la empresa y posibles estrategias a seguir en beneficio de los presentes. Pero Gonzo no está de acuerdo con las propuestas de los otros empresarios y acaba discutiendo con ellos, causando que estos se marchen enfadados con él. Esta primera secuencia tiene una extraña cualidad que hace que una situación de poco interés como lo es la discusión de unos directivos de una empresa de zapatos produzca una gran sensación de anticipación en los espectadores. La escena está rodada con la precisión y fluidez que caracterizará a la cinta, y es un comienzo distinto de lo que uno posiblemente esté acostumbrado a ver.
Una vez que se han marchado los otros empresarios, Gonzo revela que durante un largo tiempo ha estado planeando una estrategia mediante la cual pretende hacerse con el control de la empresa. Dicho plan conlleva la costosa compra del número necesario de acciones para convertirse en el accionista mayoritario de la empresa, y consecuentemente obtener el control sobre la misma. La importancia del uso de esta gran suma de dinero cobra incluso más importancia cuando recibe las noticias de que su hijo ha sido secuestrado, y que el secuestrador exige un cuantioso pago a cambio de su liberación.
Pero hay otro giro más, el secuestrador ha cometido un error: no es el hijo del Sr. Gonzo al que ha capturado, sino al hijo de su chófer, que es incapaz de pagar tanto dinero. Se plantea un gran dilema. ¿Llevará a cabo la adquisición de las acciones que necesita para hacerse con el ansiado control de la empresa o usará el dinero para pagar el rescate del hijo de otro hombre? El conflicto interno de Gonzo es la lucha de sus grandes aspiraciones y el paso final para huir de la miseria en la que creció, contra el deber de salvar la vida de un niño. Sus ideales le empujan a hacer lo honrado y ayudar al niño, pero para ello tiene que sacrificar todo por lo que ha luchado y arriesgar la situación social de su esposa e hijo. Su sentido del honor es tal, que las súplicas desesperadas del chófer le enfadan porque no soporta que se humille de esa manera o muestre debilidad. Pero los ideales van más allá de su personaje; cuando el chófer se entera de las situación económica y profesional en la que se encuentra Gonzo por su plan profesional, su parecer en cuanto al pago por la salvación de su hijo fluctúa.
Uno de los detalles más interesantes de la película es una innovación artística que realizó Kurosawa. Según tengo entendido, él fue el primero en añadir un detalle de color en una película completamente en blanco y negro. Está técnica posteriormente se vería en otras películas como 'La lista de Schindler' de Spielberg o 'La ley de la calle' de Coppola. Es algo simple, pero extremadamente efectivo, y justificado por la incapacidad del espectador de distinguir los colores reales en un fotograma en blanco y negro. En vez de que alguno de los personajes simplemente dijese que el humo que se veía es rosa, Kurosawa optó por mostrar directamente el color.
En vez de intentar alargar la trama del secuestro hasta un hipotético final en el que el rescate del niño sería el clímax, de manera inteligente, esta trama solo llega a ocupar el primer acto de la película. Tras el sacrificio profesional de Gonzo al pagar el rescate del niño en una arriesgada operación en la que se ve obligado a lanzar el dinero por la ventanilla de un tren en marcha, la historia cambia a la parte de la investigación policial. El secuestrador sigue suelto y el Sr. Gonzo ha sido arruinado, pero tiene el respeto y admiración de toda la nación por sus acciones. Se le pone cara al secuestrador, algo que le aporta interés a la trama, pudiéndose mostrar algunas de sus acciones sin restricciones. Las historias de detectives muchas veces se pueden beneficiar de un villano ostensible, siempre y cuando éste resulte interesante y no se revelen todas sus motivaciones. De este modo el conflicto se vuelve "más real" para el espectador.
Poco a poco vamos averiguando más detalles sobre el criminal y cómo estuvo operando, hasta que finalmente la policía lo sigue localizar, momento en el que se inicia un seguimiento por distintas zonas de la ciudad. La fiesta por la que pasa el secuestrador tiene una energía magnética divergente de lo visto anteriormente. Y como ya he mencionado, una de las mayores virtudes de la película es el cambio de tono y de escenarios que hace que no se pierda el interés en ningún momento. La siguiente parada son los bajos fondos, con la manifestación del problema con las drogas de la sociedad japonesa de la época, al que se hacen varias alusiones.
El criminal es apresado y sentenciado a la pena capital, por las muertes que ha ocasionado durante su intento de huida de la justicia. La última escena rebosa emoción contenida y resulta un final brutal en el que el secuestrador le revela a Gonzo por qué intentaba arruinarle la vida. Todos los días, veía la ostentosa vivienda del empresario en lo alto de la colina en la que está situada, siendo su propia situación más desdichada, y su envidia se acabó convirtiendo en odio. Lo irónico de todo esto es que el criminal no sabía que estaba intentando destruir la vida de alguien que había crecido rodeado de miseria como él. Es un odio sin sentido que tomó las riendas de su vida, causándole un dolor prolongado, consumiéndole a lo largo de los años. Y todo eso para nada; aunque Gonzo haya perdido su puesto en su antigua empresa, ahora tiene una nueva, y con la ayuda del pueblo japonés, que ahora le tiene un gran respeto, seguramente pueda volver a e una situación similar a la de antes. El criminal intenta contenerse ante la perspectiva de una muerte inminente. Afirma que no se arrepiente de sus acciones, pero el terror acaba apoderándose de él. Incluso se acaba sintiendo lástima por él, a pesar de saber todas las cosas que ha hecho. Su situación social lo sumergió en una espiral de dolor y destrucción que lo convirtió en un monstruo vengativo. Puede que tuviese control total sobre sus decisiones y los crímenes que cometió, pero es inevitable pensar que de haber nacido en una familia adinerada quizás no hubiese llegado a perpetrar tales atrocidades. Gonzo y el criminal son dos caras de la misma moneda. La diferencia es que cada uno escogió un camino distinto, y actuó de manera diferente ante las mismas adversidades. En esto se esconde una filosofía sobre la constancia y la manera digna de sobrellevar los problemas de la vida, a la vez que plantea cuestiones sobre el clásico dilema de si es el entorno el que determina la identidad de las personas.
Son todas estas grandes temas, junto a la maestría artística y técnica de Kurosawa, las que convierten a El infierno del odio en una inmenso thriller, y un clásico indiscutible del cine mundial.
VALORACIÓN: 9/10.
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